La venganza (parte III)
algunos, pocos días en el lugar se quedaban
en cuanto se enteraban de que el lobo acechaba,
y otros, muy pocos, se atrevían a salir de noche.
En todo el sistema montañoso argentino
la gendarmería día y noche lo buscaba
¡jamás se había visto tamaño desafío!
pero el licántropo por las laderas cazaba.
Un viento muy gélido por las tardes soplaba
y en su refugio el hombre lobo se guarecía,
llegaba al amanecer y se escondía todo el día
¡su sexto sentido le advertía de la cacería!
Llegó a haber un sinfín de marchas y protestas,
hubo quienes quisieron abandonar la búsqueda
otros propusieron emitir una señal acústica
y mientras tanto, los jóvenes seguían de fiesta…
Se tejieron varias leyendas a su alrededor:
cuando de él hablaban, algunos temblaban,
tenían ataques de pánico al ocultarse el sol,
y otros decían haberle seguido a su guarida.
Su madre ya no sabía qué hacer por él:
si desconsoladamente llorar su pérdida
o creer que a su hijo lo guiaba la perfidia,
ya que el chico de su padre heredó la piel.
En medio de la oscuridad y una ventisca
la desgraciada mujer reunió sus fuerzas,
salió a buscarle y le halló al fin, escondido,
aunque le pareció verle malherido...
Le pidió que si aún le quedaba piedad
tuviera por ella algo de compasión
que la venganza no era su misión
ni acabar con toda la Humanidad…
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