Su plato preferido

Cuando se lo trajeron, supo que era el que más le gustaba.
Que tendría los ingredientes necesarios y un sabor exquisito.
Que se le haría agua la boca con solo destaparlo,
como los que había probado antes.
Sin embargo, esta vez no le supo igual.
Las paredes, tal vez, no eran las adecuadas.
Tampoco la compañía.
Extrañaba la música de piano.
Toda su vida había deseado que le sirvieran como a un rey.
Y en este preciso instante, se le agasajaba como tal.
Los cubiertos, la vajilla, todo era impecable.
Pero no se hallaba como debería.
No se sentía de ánimo para paladear cada bocado.
Cada sorbo de la sopa de champignones le parecía diferente.
Los mejillones, el caviar, los palmitos, el camarón…
Ni siquiera el champagne que acompañaba su cena le cayó bien.
Y el soufflé, era una delicia, pero apenas lo probó.
El servicio de catering era de primera. A prueba de todo reproche.
Su último deseo, se había cumplido: una cena opípara, pantagruélica.
Un epicúreo habría tardado dos horas en hacerle los honores.
Miró el reloj. Con paso cansino se fue al catre, se acostó y respiró profundamente.
Intentó dormir, pero no pudo. Miró a través de los barrotes de su celda.
Habían dado las 12 y la noche pronto llegaría a su fin.
Y con él, su vida…

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