Rimbombantes (a Leticia)

Ibas por la vida como apoyándote en un báculo
tu andar parecía ya cansino, ya el de una nefelibata,
cuando todo el sentido de la vida te lo arrebatan
y como la bella durmiente esperas un cálido ósculo.

Sabías que riqueza, belleza y juventud son superfluas,
que a veces las personas se comportan en forma meliflua
para obtener tu amistad, cariño y también aceptación
pero que son contadas las que te entregan su corazón…

Viste que la vida y todo en ella misma es efímero,
supiste aguardar la llegada de tu príncipe con ataraxia,
aunque tus sueños eran descabellados, tal vez ímprobos,
y el latir de tu corazón te decía que vendría de otra galaxia.

Al caminar por Chapultepec bajo la lluvia sentías el petricor,
no querías hallar alguien millonario, ni con munificencia,
tal vez solo buscabas que sus ojos se abrieran en iridiscencia
y que, cual si fuese licor, te embriagase con palabras de amor.

Cualidades, defectos y virtudes existen de toda clase:
en los seres humanos la opulencia, a veces, satisface,
pero cuando vives con alguien en paz, salud y armonía
no podrán comprarte con halagos, tesoros, ni la plusvalía.

Hoy te sientes como la dueña del castillo más hermoso,
ese que se construye con argamasa, dejando atrás el lodo,
para poder vivir en sintonía, sin temores, dejaste todo,
y te enfrentaste con él al statu quo, hablando grosso modo.

Tal vez todos los días no recibas flores, bombones y ambrosía,
pero más valor que ello tienen los abrazos, besos y caricias;
recuerda que esos regalos, no los pagas con nada, Leticia,
y que nuestra vida juntos, puede ser llena de felicidad y alegría...

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