La maldición (parte V)

La Junta tomó cartas en el asunto:
contrataron una tropa de élite
¡usaban comunicación por satélite!
pues para ellos parecía un insulto

El licántropo escurrió el bulto…
Sin embargo, la maldición lo poseía
y por más que él matar no pretendía,
en cada luna llena el animal cobraba vida.

Pusieron como cebo un becerro,
iban patrullas de caza con perros
peinaban por las noches los cerros
y el maldito al fin salió de su encierro.

Perseguía el olor del sacrificio
y al intentar hacerse del mismo
con una bala de plata en el corazón
le hicieron un enorme orificio.

Su apariencia volvió a la normalidad
y por más que su bienamada llorara
ya por él no pudo hacer más nada
que cuidar de su hermoso chaval…

Cuenta la leyenda que vive en ciudad
pero lo cierto es que se fue a Bariloche
y que a veces sale por las noches
y en sus ojos se nota la humedad,

Que si algo se sabe con claridad
es que nunca jamás volvió a amar,
que no tenía con nadie afinidad
y que el licántropo era su otra mitad...

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