La maldición (parte IV)
la había seguido por las laderas
sabiendo que iba a ver a la fiera
por lo que llegó solo y armado.
De un salto el hombre lobo
le cercenó al campesino un brazo
a la altura del mismísimo codo
y su amada se marchó al ocaso.
Vagaba por los montes solitario
huyendo de toda la Humanidad
por la noche cazaba con frialdad
mientras ella rezaba el rosario…
Durante meses no volvieron a verlo
ella llevaba flores al cementerio
algunos creían que no era serio
y decían que vivía en cautiverio.
Que ella ya lo había domesticado,
que quería que él estuviera a su lado
aunque no podrían estar casados,
que lo tenía en un sótano encerrado.
Tantas cosas de él en el pueblo decían
pronto volvió a reinar la algarabía
hasta que una noche larga y fría
llegó hasta sus oídos una risa…
¡Todos corrieron a refugiarse de prisa!
Se formó una patrulla de caza,
algunos armados hasta los dientes
¡juntos se sentían muy valientes!
Al despuntar el alba salió el grupo
las mujeres se despidieron de sus maridos
entre congoja y por supuesto, los aullidos,
pero de ellos nunca más nada se supo…
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