La maldición (parte III)
pero no quiso ser pájaro de mal agüero,
pronto intentó salir, en un mes de enero,
mas su afecto por él la dominaba…
También desaparecieron algunos perros
y otros volvieron muy malheridos,
y entre congoja y en medio de suspiros
él marchó a esconderse en los cerros.
La maldición se hacía eco de su risa:
cuanto más corría, más cerca la sentía;
pasaba las noches en las colinas,
y al rayar el alba a una cueva volvía.
Los campesinos cuidaban sus casas,
por las noches trancaban las puertas
¡nunca dejaban una ventana abierta!
Y otros vigilaban desde la azotea…
Ella regresó a vivir con sus padres
pero comenzó pronto con mareos,
consultó en la ciudad con un galeno
y este le anunció que sería madre.
El temor la dominó día y noche,
sus padres para buscar a su amado
le prestaron sin drama el coche
y por fin dio con él en un despoblado.
Le contó que de él estaba encinta,
que su hijo tal vez sin él sufriría
que debería cuidarlo ella sola
y él la escuchaba embelesado,
como si ella fuese una rocola.
Amor eternos ambos se juraron,
-”¡ven conmigo, mi bienamado!”
le dijo ella al verle triste y callado
y él le respondió: -“estoy condenado”...
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