Fuimos uno (a Leticia)
amé tu alma, cuerpo y mente,
nos entendimos sutilmente
y nos besamos en cada refriega.
Estrujé a diario tu pecho,
sentí como míos tus latidos,
aprendí con tus gemidos,
y dormí junto a ti en el lecho.
Sonreí a tu lado en cada foto,
surqué también cielos y mares,
con tus penas lloré a raudales
y aprendí de ti todo lo ignoto.
Sufrí al no tenerte muy cerca,
deseé cada uno de tus suspiros
¡hasta desperté con alaridos!
y desdeñé la muerte, muy terca.
Ansié desesperado el gran día:
aprendí griego, danza y rimas,
subí cerros, acantilados y colinas,
todo, para que fueras solo mía.
Miré de tus caderas el vaivén,
anhelé abrazarte cada día,
tu falta era como una herida,
y fuiste siempre mi único sostén.
Temí perderte ¡por tenerte presa!
A besarte me acostumbré, a diario,
jugué con tus hermosos labios
y te entregaste, para mi sorpresa.
Eras melosa, fiel, amante y amiga:
llenaste con tu cuerpo cada espacio
hiciste realidad mis sueños, despacio,
y sanaste con palabras mis heridas.
Fuiste para mi el único principio,
sustituiste mi propia esencia,
no quedó libre ningún resquicio,
y juré amarte siempre, siempre,
hasta el mismísimo final...
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