Cuentos y leyendas VIII (a Leticia)

En el majestuoso e imponente
valle de Tenochtitlán
donde de los reyes aztecas
vagan las almas en pena,

Es que mi cansado corazón,
-al igual que barco sin vela-,
llegó hace varias lunas llenas
pronto para naufragar

En la tersura de tu piel
y en lo profundo de tus ojos,
en la ternura de tus besos
y en el pálpito de tus deseos,
así como también en el reflejo
de lo añejo de mis versos.

Pese a que el tiempo es escaso
aún nuestra sangre hierve
-con la despedida ya en ciernes-,
la triste partida inminente
será mañana, viernes, al ocaso.

Mi alma yace cual ballena
varada por días en la arena
retirarme y no morir en ella
tal vez sea mi cruel condena.

Desde un principio te lo dije
que yo hasta que te conocí
por años viví siempre así,
fundiendo realidad y fantasía.

Tú naciste de mis sueños
y te has materializado de ellos,
sumé todos mis conocimientos,
fundí todos mis anhelos

Junté deseos y obsesiones,
te he dado vida propia
y serás la musa de mis versos
hasta el final de los tiempos...

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